José Balta y Montero nació en Lima, 25 de abril de 1814, fue un militar y político peruano que ocupó la presidencia constitucional del Perú de 1868 a 1872. Su gestión se destacó por la apertura a los capitales extranjeros, la concesión del guano de las islas a la compañía francesa Dreyfus y las grandes obras de infraestructura. Realizó la construcción de ferrocarriles, aumentando la red ferroviaria de 90 a 947 kilómetros. También construyó nuevos muelles portuarios y puentes, se derribaron las murallas de Lima para construir grandes avenidas. Se realizó la construcción de la carretera Lima-Callao y Lima-Huacho. También la construcción del «Palacio de Exposición», actualmente el «Museo de Arte».
Cerca del final de su gobierno, por un golpe de Estado tramado por tres militares, los hermanos Gutiérrez, fue derrocado y apresado. A pocos días después, fue asesinado mientras dormía en su celda.
Se opuso al presidente Mariano Ignacio Prado, quien lo deportó a Chile. Regresó al Perú en 1867, encabezando un movimiento surgido en Chiclayo contra Prado. Luego de la renuncia del presidente, José Balta y Montero ganó las elecciones presidenciales, asumiendo el mando supremo el 2 de agosto de 1868.
Elecciones presidenciales de 1868
Antes de cumplirse el primer mes de su mandato provisorio, el 6 de febrero de 1868, Pedro Díez Canseco Corbacho convocó a elecciones presidenciales, en las que Balta participó, con su aureola de «héroe de Chiclayo». Otras candidaturas fueron la de Manuel Toribio Ureta, que representaba a los liberales, y la de Manuel Costas. El Congreso, al hacer el escrutinio de los sufragios emitidos por los colegios electorales, dio validez a 3.864 de los cuales 3.168 favorecían a Balta, 384 a Costas, 153 a Ureta, y el resto a diversos candidatos. El Congreso sancionó la nominación de Balta, cuyos vicepresidentes electos fueron el coronel Mariano Herencia Zevallos y el coronel Francisco Díez-Canseco.
Presidencia de la República
José Balta y Montero se ciñó la banda presidencial el 2 de agosto de 1868. Desde el primer momento señaló que era prioritario buscar la alianza entre el Ejecutivo y el Legislativo, lograr el equilibrio entre los ingresos y egresos de la Nación, reformar el sistema aduanero y promulgar la ley de los ferrocarriles. Políticamente buscó la unidad de todos los peruanos, decretando la amnistía general e invitando a personajes capacitados a colaborar en su gobierno. Tuvo sin embargo, que enfrentar el inicio de una grave crisis económica y financiera, derivada sobre todo de la mala manera como se negociaba el guano, la principal fuente de recursos del Estado desde la década de 1850.
De otro lado, a pocos días de asumir el poder, tuvo que afrontar las consecuencias del pavoroso terremoto del sur del Perú, ocurrido el 13 de agosto de 1868, que fue el mayor seísmo registrado en el Perú junto con el de 1746. Ocasionó unos 40.000 muertos y la destrucción total de Moquegua, Arequipa, Tacna, Iquique; un maremoto arrasó los puertos de Arica, Mollendo e Islay. Frente a Arica se hundió la corbeta América, recientemente adquirida, pereciendo su capitán Mariano Jurado de los Reyes y el resto de sus tripulantes.
Muerte José Balta y Montero
El pueblo de Lima también mostró su desacuerdo contra el golpe militar, y uno de los hermanos conspiradores, Silvestre Gutiérrez, murió en la mañana de 26 de julio en una de las muchas escaramuzas que ocurrieron en la capital. Se dijo entonces que en represalia, Marceliano, el más brusco e ignorante de los hermanos, ordenó la muerte del presidente José Balta y Montero, quien se hallaba recluido en el cuartel de San Francisco; tal orden se cumplió mientras la víctima se hallaba descansando en su lecho, después de haber almorzado. Los que ejecutaron este crimen fueron el mayor Narciso Nájar, el capitán Laureano Espinoza y el teniente Juan Patiño, según se comprobó en el juicio posterior; ellos dijeron haber cumplido órdenes de Marceliano, aunque es probable que mintieran para atenuar en algo su responsabilidad. Otra posibilidad es que fuera una venganza personal: uno de los asesinos, el de apellido Nájar, había sufrido tiempo atrás la pena de azotes, por orden del mismo Balta, entonces su oficial superior en el ejército, como castigo por un acto de indisciplina.
La noticia de la muerte del presidente causó tremenda conmoción entre la población limeña, que no descansó hasta hacer justicia con sus manos. Tomás Gutiérrez, que se refugió en una botica del jirón de la Unión, fue capturado y linchado, siendo su cadáver arrastrado y mutilado, víctima de la furia popular. Por su parte, Marceliano Gutiérrez fue rodeado en el Callao y murió combatiendo. Los cadáveres de Silvestre y Tomás fueron colgados desnudos en las torres de la Catedral; luego fueron arrojados a una hoguera encendida en el atrio del mismo edificio, sumándose horas después el cadáver de Marceliano, traído a rastras luego de ser desenterrado del cementerio del Callao. Solo logró escapar Marcelino Gutiérrez, quien tiempo después se reivindicó peleando en la guerra con Chile.